El cómplice del ladrón aborrece su vida; aunque oiga las maldiciones, no lo denunciará.
El cómplice del ladrón atenta contra sí mismo; aunque esté bajo juramento,[2] no testificará.
Si te juntas con ladrones no aprecias en nada tu vida; pues cuando ellos sean acusados, no podrás negar que eres culpable.
El que reparte con ladrón se odia a sí mismo, oye la imprecación, pero no revela nada.
/nEl cómplice del ladrón aborrece su propia alma; /nPues oye la imprecación y no dice nada.
El aparcero del ladrón aborrece su vida; oirá maldiciones, y no lo denunciará.